JUEVES, 12 DE ABRIL DE 2012
Hola, Pilar, estés donde estés.-
Perdona que te tutee, pero hoy con casi 65 años me sentiría un poco
ridículo si continuase “manteniendo la distancia” como lo tenía que hacer
entonces con mis casi 15 añitos.
Además, nunca me atreví, claro, a preguntarte
por tu edad, pero no creo que me llevases muchos años, de forma que hoy lo más
probable es que seas una guapa señora con no mucho más de 70 años.- Y seguro
que manteniendo ese porte y estilo que recuerdo tan bien.
Hablando de atrevimientos, voy a atreverme a muchas cosas que no hice
entonces y espero que no me lo tomes a mal.- Cuando hay aprecio y sincero
cariño, por lejano que éste sea ya, “casi” todo está permitido.
Eras nuestra profesora de Química cuando estábamos en quinto curso de
bachillerato, allá por el año 1962 a 63. La primera vez que te ví, no muy alta,
espléndidamente formada, muy morena, cara delgadita, frágil y fuerte a la vez, pintada
y bien maquillada pero sin exageraciones, lo justo (tampoco te hacía mucha
falta), siempre elegante con tus trajes de chaqueta con estrechas faldas de
tubo casi siempre de color marengo que terminaban exactamente –ni más ni menos-
a la altura de las rodillas de tus bien torneadas piernas, con tu blusa suave y
blanca no dejando ver casi nada de tu espléndida piel morena, casi cetrina como
una preciosa mulata de las Antillas, pues … me sentí fuertemente atraído por
tí.- Pero no era solamente ese exterior que a mis 14 años me parecía
maravilloso, sino tu misteriosa personalidad: yo intuía que tras esa “coraza”
que te ponías lógicamente para protegerte de nuestras “embestidas” al ser
mayoría y saliendo peligrosamente de la adolescencia, había un ser encantador.-
De vez en cuando lo dejabas ver cuando esbozabas una tímida sonrisa que
inmediatamente congelabas para volver a tu habitual distanciamiento.
Y esa pequeña sonrisa, en las pocas ocasiones que pude disfrutar de ella
estando cerca de ti, me hacía inmensamente feliz.
¿Y la Química? Pues en mi caso, resultaba
ser una asignatura contradictoria; me interesaba la Química en general, la
Química Orgánica en las fronteras de la vida (por entonces estaba de moda
nuestro ya premio Nobel Severo Ochoa, con sus “ribonucleicos” y descubriendo
los secretos de la vida en el borde de la Biología y entrando en la Química…);
eso era precioso, me interesaba, pero en aquél momento lo que tenías que
enseñarnos era la Química clásica y las formulaciones, los moles y todos esos
rollos que me repateaban.- ¿Qué podía hacer? Pues tragar quina y meterme los
moles y los Sbdosotres en la sesera como bien pudiera. ¡No podía dejar que
hiciera el ridículo ante ti!
Lograste que pese a tu juventud nos atrajese (también) la Química y
fuiste una profesora muy respetada por todos; desde luego, ya es un mérito. Ser
capaz, con tu juventud y belleza, de “domar” a 30 quinceañeros en eclosión y
que encima aprendan Química, significa tener un fuerte carácter y una capacidad
envidiable para la enseñanza.
Para mí tu clase también era una contradicción: ansiaba verte, que
llegase la hora de empezar, pero cuando comenzabas con tus moles y demás
zarandajas, se me iba la mente mirándote y soñando que te daba un suave beso en
tus rojos y jugosos labios, igual que en la películas que veíamos de John Wayne
besando a Natalie Wood, pareja que me recordaba a nosotros, pues yo era
entonces ya bastante grandullón y tú me recordabas a esa preciosa actriz que ya
desapareció. Menos mal que no te diste cuenta de mis ensoñaciones (por culpa de
mi apellido estaba cerca del final de la clase, lo que por otra parte, me
alejaba de ti, por desgracia), porque menuda vergüenza que me hubiese dado que
me preguntaras lo último que estabas explicando y tuviera que decirte que los
moles eran preciosos, que es lo que me hubiese venido a la mente entonces.
Tenía celos hasta de Mingarro y Alexandre, los autores del libro que
llevabas encima, siempre cerca de ti, por el que pasaban con frecuencia tus
manos…
Pero mira por dónde, gracias a todo este cúmulo de maravillosas
sensaciones, hasta llegaron a gustarme tus moles y me los aprendí. ¡Qué remedio
me quedaba! Menos mal que eras buena chica y no nos ponías exámenes a mala uva.-
Al final me colocaste un notable alto, un ocho, y me dije que mis esfuerzos
habían valido la pena, no por el ocho en sí (que tiene su mérito por mi odio
hacia los moles), sino por que podrías llegar a considerarme un poco en serio a
partir de ahí en un futuro.
Mi admiración por ti: pequeña,
guapa y no mucho mayor que la colección de salvajes adolescentes que éramos
entonces, supiste imponerte con seriedad y buen hacer.- No recuerdo que se
organizasen follones en tu clase.- En una ocasión, creo recordar que echaste de
la clase a Pardo, por mirarte con descaro; me enteré después, y estuve tentado
de pegarle por si te hubiese faltado al respeto, cosa que hubiese tenido su
mérito, pues el amigo también era corpulento y peligroso en un cuerpo a cuerpo.
Peor
me sentó en la ocasión que le dijiste en público a Víctor Martínez algo así
como … “¡Y eso va por ti, Martínez!”, probablemente respondiendo a alguna
pregunta que te había hecho.- ¡Qué celos me dieron! Creí que te habías
enamorado de él… bueno, parece ser que hoy es sacerdote y hubiese sido poco
probable que eso hubiese llegado a algo, ¡pero yo no lo sabía entonces!
¡Y qué decir de tu famoso “600”!
Aparcabas al llegar en la pequeña cuesta que había justo antes de la
plaza del Caudillo.- Los diseñadores de la Seat, pillines ellos, habían
concebido la entrada al minúsculo coche por delante, al revés que hoy en día.-
Ese diseño proporcionaba unas oportunidades asociadas a tus maravillosas
piernas que poco más tarde desaparecieron, no por ti o tus piernas, que seguro
que aún hoy serán preciosas, sino porque se cambió el diseño poco después.- Pero
entretanto, ¡menudo follón que armabas cerca de tu zona de aparcamiento! Todos los días y a la misma hora se
arremolinaban unos cuantos mozuelos en aquél privilegiado sitio, empujándose
los unos a los otros para obtener el ángulo óptimo de visión.- Confieso que yo
fui también una vez, pero terminé marchándome con vergüenza y con sentimientos
encontrados, ya que aquello no me parecía correcto.- Al parecer, a algunos les
pillaron y les mandaron a por el temido sobre y carta.- Viéndolo hoy, de lejos,
la verdad es que parece una niñería, pero marcaste una época.- ¡Todo el mundo
recuerda tus piernas y el 600!
En fin, querida Pilar, espero de corazón que hayas sido feliz en tu
vida.- Significaste algo bonito a mis 15
“tiernos” años.- Y encima me hiciste aprender Química y en especial, la parte
que no me gustaba nada.- ¡Gracias por
ello!.-
¿Alguien sabe si dio clase en el nocturno?
ResponderEliminarAlfonso
Como no podía ser de otra forma no dió clase en el nocturno
EliminarQuerido Kurt: este sábado (16-VI-16)la recogeré en su casa para llevarla a nuestro Ramiro, que los de la promo-66 celebramos nuestras Bodas de Oro. Bien acompañado voy.
Eliminar!Sí dio clase en el nocturno!
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