Monseñor Gabino López Morant, por Manolo Rincón


Guardo gran aprecio y excelente recuerdo del profesor de Religión, asignatura obligatoria salvo para los protestantes, que tuvimos de primer curso a sexto de bachillerato.

El Padre Gabino, era un sacerdote a la antigua usanza, con tonsura, sotana y teja cubriendo la cabeza. Era profesor numerario de la asignatura, equivalente a catedrático.

Lo conocí en primero de bachiller. Él mismo era el autor de los libros de texto que debíamos de estudiar, editados por Editorial Gredos, y de venta en Pérgamo, como no podía ser de otra manera.






Era un cura socarrón, totalmente preconciliar, que nos explicaba con detalle sus libros, ilustrados por el profesor de dibujo Sr. Aragoneses. En primer curso se trataba de estudiar el Antiguo Testamento, bajo el título “El Mesías Prometido”.

Encantador libro que además de familiarizarnos con la Biblia, tenía otras dos secciones en cada lección: Liturgia, donde se nos enseñaban las formas de culto en la Misa y otros oficios religiosos y casuística, donde se explicaban casos concretos resueltos de forma cristiana.

Él decía que nadie le copiaba, cosa bastante incierta, pues se copiaba y mucho. Yo descubrí que para sacar una buena nota había que poner en el examen la pregunta que pedía y la anterior y la siguiente de su libro y así lo hice siempre con excelentes resultados.




En el segundo curso de bachiller el texto era una recopilación de los evangelios para contar la vida y pasión de Jesucristo. Se titulaba Jesucristo, según los evangelios. Nos extrañaba mucho que su profesión además de sacerdote, era camarero secreto de su Santidad, cosa que jamás entendimos, pues ni era un secreto ni creo que viese nunca a su Santidad, otro misterio más.

Más entretenido era el texto de tercer curso, Historia de la Iglesia, pues se estudiaban los cismas, las cruzadas, las herejías. El capítulo titulado “La falsa Reforma Protestante”, ilustrado con un retrato de Lutero que asemejaba una especie de monstruo, hizo que nos pusiésemos en guardia con los dos protestantes que había en la clase.

En cuarto curso estudiamos una especie de compendio elemental de teología donde se estudiaban los sacramentos. Recuerdo haberle preguntado que si en un desierto había un recién nacido sin bautizar y todos íbamos a morir, se le podía bautizar con nuestro orín para que no fuese al limbo. Mirándome con cara de pocos amigos me dijo que ese caso nunca se me daría.

Tuvimos que repasar estos textos para la reválida de cuarto.

En quinto curso nos explicó la Moral Católica, un tratado católico de Etica. A esas alturas ya todos conocíamos sus defectos y virtudes. Era Muy amigo de Javier González Juliá, al que llamaba cariñosamente “JAVI”, y esto hacía que le considerásemos un enchufado.






En sexto terminamos con el Dogma Católico, donde se nos relataban dogmas que había que creer en la fe, pero que eran indemostrables, pues se habían definido en concilios, donde eran infalibles las conclusiones. En este curso fue delegado y nos acompañó a la excursión a Granada, donde cuidó que no cometiésemos deslices, aunque no vino a las cuevas del Sacromonte. Se le atribuye la frase a las 11 en la cama con Paz y Concordia y la respuesta, pues qué bien me puedo llevar a dos amigas a la cama.

Le recuerdo con frecuencia. Aún le vi varios años, decía misa en una iglesia cerca del Retiro y llegó a conocer a mi mujer y a mi hijo. Ya en sus últimos tiempos llevaba clergiman, un gran avance sin duda para él.




Tampoco se la fecha exacta de su fallecimiento, que debió ser hacia 1.980.

Era buena persona. En general suspendía a poca gente. En la foto una imagen de él como solía vestir con Aito García Reneses (muy travieso a la sazón).

Descanse en paz Noviembre 2.012


2 comentarios:

  1. Por veladas alusiones: efectivamente, en tercero, en la historia de la Iglesia, estaba yo presente cuando llegamos a la "herejía luterana"; recuerdo que me dieron retortijones en el estómago, más por las miradas que percibía que por lo que se decía, y tuve que hacer mutis por el foro.- Y ya no volví por las clases de religión, a las que asistí (con ventaja, claro, por no tener que examinarme) durante los dos primeros cursos.
    ¿Y por qué fuí a clase esos dos primeros cursos si estaba exento? Pues porque el padre Gabino fué lo suficientemente inteligente como para no negarse a mi demoniaca y protestante presencia, máxime porque el contenido era prácticamente el mismo para unos y otros en cuanto al antiguo y nuevo testamento. Todos somos cristianos y yo estaba interesado en "saber"
    Y siempre me trató bien, con cariño y respeto, aunque no le llegué a conocer tanto, claro, como todos los demás. Los pocos recuerdos que tengo de él son todos amables y también de su socarrona sonrisa.
    Descanse en paz.

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  2. Ladró: "camarero te voy a dar yo" a uno de mi clase que preguntó qué era eso de camarero secreto.

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