Manuel Mindán Manero, por Manolo Rincón


Semblanza de Manuel Mindán Manero. Catedrático de Filosofía del Instituto Ramiro de Maeztu. Director de la revista Filosofía. Colaborador del Instituto Luis Vives del CSIC. Sacerdote.





Cualquier persona que estuvo en el Instituto Ramiro de Maeztu, en los años sesenta, sabe sobradamente quién es el Padre Mindán. Por ello quiero centrarme en ofrecer dentro de este pequeño y merecido homenaje a su persona, que son estas líneas,una visión de sus facetas humana y pedagógica, que quizás no sean las más conocidas.

Su vida fue muy larga. Nació en Calanda, Teruel, en 1.902, y jugó con Luis Buñuel en su pueblo.

El Padre Mindán relata las anécdotas propias de esta época en dos de sus libros de memorias, así como en un par de películas documentales dedicadas al cineasta, Buñuel (Rafael Cortés, 1984) y A propósito de Buñuel (José Luis López-Linares y Javier Rioyo, 2000), demostrando haber sido uno de los mejores conocedores de la infancia de Buñuel.

Posteriormente estudió en los seminarios de Belchite y Zaragoza, e inició estudios de Historia en la Universidad de Zaragoza, donde fue discípulo de José Gaos. En el verano de 1940 obtuvo el número 1 en el concurso a las primeras cátedras de Filosofía que hubo después de la guerra y tras pasar un año en Ávila volvió a ganar en un concurso de méritos la cátedra de filosofía en el Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid.
Se doctoró en Filosofía en 1951 por la Universidad de Madrid, ejerciendo como catedrático y funcionario en los Institutos de Ávila y Ramiro de Maeztu de Madrid. Fue secretario del Instituto Luis Vives de Filosofía del CSIC y director, durante 25 años, de la Revista de Filosofía, en la que publicó más de treinta trabajos. También fue profesor durante 18 años en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de caminos, canales y puertos.
Después de su jubilación oficial, a los 70 años, siguió dando clases en el Centro de Estudios Universitarios hasta cumplir los 86 años. En el año 1983 se le concedió la Medalla de Oro al Mérito Docente.
Hasta aquí su biografía, pero ¿Cómo era realmente el Padre Mindán?.
Para mi tenía una personalidad compleja.
Mi primer recuerdo se remonta al año 57. Entonces el decía misa por las mañanas en el Espíritu Santo y nosotros, que estábamos en primero, asistíamos a esas misas los lunes. Un día estaba yo tirando piedras en la carbonera del instituto, y Mindán me agarró casi por las solapas, dándome un gran susto. De manera áspera me dijo que hacía. Yo asustado le dije como buenamente pude, que medía la profundidad de la carbonera viendo el tiempo que tardaba en sonar el golpe de la piedra. Me soltó, me miró con cara de duda y me dijo que no hiciese eso más o iría a la Jefatura de estudios.
Me quedó una sensación de temor que me duró varios años.
Seis años después, fue en sexto nuestro profesor de Filosofía. A priori era una asignatura nada amena, con un catedrático que asustaba y que tenía fama de sembrar suspensos por todos lados.
Yo empecé a estudiar la asignatura y me empezó a gustar lo que leía, pero me surgieron serias dudas. Entonces Mindán venía con unos ayudantes (apodados cariñosamente los cuervecitos), y a ellos dirigí mis preguntas.
Ellos al ver mi insistencia me derivaron hacia Mindán. Con mucho respeto y humildad, yo le pregunté. Y poco a poco establecí con él una relación humana muy importante para mí. Descubrí que bajo la capa de aparente poca simpatía, había una persona con una humanidad arrolladora, que yo nunca había percibido. Hicimos muchas sesiones fuera de clase, para discutir tranquilamente nuestras opiniones filosóficas. Desde el Argumento Ontológico de San Anselmo, al subrealismo de Sartre. Yo me percaté que Mindán era un sabio y que me estaba enseñando muchas cosas. La primera a pensar y razonar. La segunda a apreciar una serie de valores “intangibles”. Esta relación me hizo ver al hombre en primer lugar, que creo primaba sobre el sacerdote, ya que su visión filosófica de las cosas en absoluto coincidía con la de la Iglesia.
Con él me encariñé con la Filosofía como medio de conocimiento y como reina de todas las ciencias, que de ella emanan.
Terminamos el curso y tuve buena nota, pero eso era lo de menos, pues ya me había marcado, para bien, en el deseo de aprender y yo era un discípulo suyo, el más pequeño, pero discípulo al fin.
En Preu, de nuevo nos daba la asignatura de Historia de la Filosofía y de las Ciencias. Como ya había bastante confianza, trabajamos juntos desde el principio, discutiendo el atomismo, Sócrates, Platón, Aristóteles… Como aprendí de su mano. Yo le tenía respeto y admiración, al tiempo que me recreaba con sus enseñanzas. Fue una magnífica asignatura que me sirvió no solo culturalmente, si no para enfocar la vida y el estudio científico con un método.
De nuevo el tema de la nota era anecdótico. Lo importante era lo que en mi dejaba él, al que yo había descubierto facetas científicas y humanas muy importantes.
En el examen de la universidad pusieron Aristóteles. Acordándome de Mindán, me faltaron tiempo y papel para poner todo lo que sabía.
Ya no le traté más, aun cuando seguía su evolución por lo que me iban contando, hasta que fui invitado a una ceremonia de celebración de su centenario, en el propio Ramiro, hará unos diez años.
Tuve oportunidad de hablar con él. Había perdido la vista. Pero me recordó y me habló de aquellas charlas que antaño tuvimos. Me emocionaron tanto su recuerdo como el acto.
Murió tres años más tarde, no sin haber dejado una fundación con su legado en Calanda.
Para mí fue un gran profesor, y una persona de extraordinaria dimensión tanto científica como filosófica, y sobre todo con una gran humanidad, que en un principio era difícil de descubrir pero ahí estaba.
Me han servido de mucho, en mi vida, todas sus enseñanzas y observaciones y la forma de ver la realidad, que él me proporcionó. Descanse en paz. 

Abril 2012. Manolo Rincón

8 comentarios:

  1. Vivía en el internado y los internos lo sufrimos todos los años a pesar de no tener ningún vínculo con él, salvo que vivíamos en el mismo edificio, porque siempre estaba dando la tabarra sin ser del grupo de educadores/inspectores ni profesor nuestro en aquellos años tiernos.
    Y lo sufrimos, sobre todo, en Preu. Tras la muerte de D. Antonio, anterior rector, se "ocupó" de nosotros D. Pedro Dellmans, que era un pedazo de pan y al año siguiente, todos hasta el gorro de la represión que suponía llevar siete años internos y deseando acabar ya y salir, nos tocó en desgracia El Cuervo. ¡Mamma mía!

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  2. Hace pocos años encontré en El País una página entera con su necrológica... yo lo había olvidado por completo y resulta que el buen hombre llegó a los 104 años.
    Tan bien hablaban de él que me puse a escarbar en google para contrastar opiniones y muchos coincidían con lo que escribió el autor del obituario de El País. Pues bien, admito que fuera tan progresiste y tan liberal, se ve que en el Ramiro vivió un exilio interior y quizás por eso su proverbial mala leche permanente.

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  3. Temperamento aparte, el cura Mindán fue de los que se atrevió a pensar y a vivir su libertad interior en una época de represión y miedos, y en un peculiar Instituto en el que florecieron personalidades auténticas y valiosas (él mismo, Antonio Magariños, el cura Granda...) mientras desfilábamos cada mañana al son de marchas militares...Merece ser recordado con respeto y admiración.

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    1. Nos alegra que alguien del 44 nos visite y se interese por nuestra publicación.
      Un abrazo de todos.
      Los del Ramiro.

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  4. Hice BUP en el Internado del Ramiro de Maeztu y no entiendo muy bien que El Padre Mindán fuese amigo de Luis Buñuel. En el internado tenía unos educadores, en mi época entre ellos un sobrino suyo que estaba estudiando la carrera que había elegido, que se dedicaban a poner falta si hablabas lo mas mínimo con algún compañero en la hora de estudio. Los viernes, único día que se dejaba ver, llegaba El Cuervo como despectivamente le llamabamos los internos y leía una larga lista de castigados para el fin de semana. El castigo consistia en meterte en una clase y tenerte allí las horas muertas perdiendo el tiempo. Recuerdo que Los internos un Himno de tiempos inmemoribles con la música del de La Legión que habían compuesto los internos que decía algo así:

    "Soy valiente y leal compañero, soy interno del Padre Mindan, yo al Cuervo no le tengo miedo, caerá , caerá caerá. Si le corto las alas al vuelo, de narices al suelo caerá, el interno tendrá su consuelo, vencerá, vencerá vencerá"

    Tenía su garaje debajo de la sala de estudios y llegaba sobre las 20:00 horas cada día y tocaba el claxon de su coche para que el portero le abriera el garaje, cuando sonaba el pitido los internos decíamos gritando CUERVOOOOO, algo que debía ser una costumbre de hacía muchos años porque cuando yo entré ya se hacía.

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    1. Los dos habían nacido en Calanda (Teruel), por lo tanto es normal que se conocieran y mantuvieran algún grado de amistad.

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    2. Aunque en mi época de interno alguna vez intenté sacarle el tema de su relación con Buñuel, siempre esquivaba las respuestas, limitándose a decir que jugaban juntos de niños.

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  5. También yo estuve interno, durante 4 largos años, en el Ramiro (1971-1975). Y sobre el Padre Mindán tengo vivos recuerdos. En general, diré que, tanto los internos como los externos, le temían, pero no por ser despótico, sino por su propia personalidad. Era un hombre hosco y duro. Pero eso mantenía la disciplina y las buenas formas (al menos en apariencia), de tanta gente como había allí. Nunca recibí clases de él. Pero tenía fama de gran filósofo. Su apariencia física era inconfundible: Encorvado, con hábito talar negro, cabellera peinada hacia atrás y una prominente nariz que le daban un curioso aspecto siniestro. El mote que le pusieron fué todo un hallazgo: El Cuervo. Pero fué el profesor con mayor personalidad y valía científica del Instituto. Y con un fuerte sentido de la Moral y de la Ética. Descanse en paz.

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